LOS MOTES
Bruno Marcos
Existe un asunto con los motes: El de R. dice que no le gusta el suyo, que prefería uno como el calvo o el chepo, aunque estos denoten un defecto físico. Sin embargo A., desde su A aséptica, piensa que el de R. es un mote magnífico. Me pareció muy bueno el que puso Loli Jackson a la airada, certero e higiénico, pues era una persona de la que tan sólo sabíamos que se airaba, que se enfadaba por cualquier cosa. Un poco tontos son los de la inicial que en ningún caso quieren ser una pista sino meramente encubren un momento de poca inspiración.
El ironías vivió feliz sin mote, allá en los tiempos de la ciudad de la rana en la calavera, hasta que un día se dio cuenta de que todos llevábamos con naturalidad el nuestro y que, incluso, su uso se había convertido en una forma de demostrar afecto. De forma y manera que estar desprovisto de mote le debió parecer como estar desnudo y una noche, al salir de una fiesta de un piso, escudándose en cierto grado de ebriedad, empezó a acercarse a cada uno de nosotros y a susurrarnos que ya tenía mote. Era algo estrambótico, un pareado horrible en el que mezclaba algunas de las burlas que le proferíamos con cosas de su propia cosecha. A todo esto -no sé por qué- había cogido una flor roja de una jardinera de la calle y se la iba poniendo en la oreja al tiempo que, femeninamente, contoneaba las caderas.
Pretendía incluir en su mote –y lo consiguió- lo que él consideraba una posición de poder sobre nosotros, su capacidad para zaherir, para hacer mofa, befa, escarnio, burla, convirtiendo, por birlibirloque, su mote en un halago: El Ironías.
Le vimos hoy. Estuvimos con él escasamente una hora en Oviedo entre que iba a ver su nueva casa y volvía para enseñar su antiguo piso. Comentó que ayer salió el Molle en la contraportada del periódico con una cosa sobre Pipi Calzas Largas.
-Pero, -le dije- ¿salió foto de él?
-Sí, foto y todo, era algo de sus recuerdos de la infancia o no sé qué que se acordaba él de lo de Pipilota.
-Pipi Langstrum, Pipilota Rogaldina.
-¡Hay que ver, quién le haya conocido y ahora le escuche hablar así! Es como para no reconocerle.
-Sí, sí, se ha reinventado totalmente a sí mismo.
-Sí, sí. No deja de tener mérito lo suyo. Pero acuérdate de él, persiguiendo tetas al grito de pitones, pitones...
-Bueno, hombre, eran otros tiempos... Y, tú, ¿qué tal?
-Pues mi mujer entra ahora a las dos a trabajar y vuelve a las diez.
-Claro y tú aburrido...
-Yo, ¿por qué? Yo no me aburro.
-Pero tantas horas solo.
-Bajo películas de internet.
-Pero, ¿qué películas? Por qué si son como las que veíamos en tu casa de Salamanca...
-Películas buenas.
-Sí, en Salamanca, también empezamos así... que si películas serias, de autor, y ya ves cómo acabamos...
-Bueno, hombre eran otros tiempos.
Existe un asunto con los motes: El de R. dice que no le gusta el suyo, que prefería uno como el calvo o el chepo, aunque estos denoten un defecto físico. Sin embargo A., desde su A aséptica, piensa que el de R. es un mote magnífico. Me pareció muy bueno el que puso Loli Jackson a la airada, certero e higiénico, pues era una persona de la que tan sólo sabíamos que se airaba, que se enfadaba por cualquier cosa. Un poco tontos son los de la inicial que en ningún caso quieren ser una pista sino meramente encubren un momento de poca inspiración.
El ironías vivió feliz sin mote, allá en los tiempos de la ciudad de la rana en la calavera, hasta que un día se dio cuenta de que todos llevábamos con naturalidad el nuestro y que, incluso, su uso se había convertido en una forma de demostrar afecto. De forma y manera que estar desprovisto de mote le debió parecer como estar desnudo y una noche, al salir de una fiesta de un piso, escudándose en cierto grado de ebriedad, empezó a acercarse a cada uno de nosotros y a susurrarnos que ya tenía mote. Era algo estrambótico, un pareado horrible en el que mezclaba algunas de las burlas que le proferíamos con cosas de su propia cosecha. A todo esto -no sé por qué- había cogido una flor roja de una jardinera de la calle y se la iba poniendo en la oreja al tiempo que, femeninamente, contoneaba las caderas.
Pretendía incluir en su mote –y lo consiguió- lo que él consideraba una posición de poder sobre nosotros, su capacidad para zaherir, para hacer mofa, befa, escarnio, burla, convirtiendo, por birlibirloque, su mote en un halago: El Ironías.
Le vimos hoy. Estuvimos con él escasamente una hora en Oviedo entre que iba a ver su nueva casa y volvía para enseñar su antiguo piso. Comentó que ayer salió el Molle en la contraportada del periódico con una cosa sobre Pipi Calzas Largas.
-Pero, -le dije- ¿salió foto de él?
-Sí, foto y todo, era algo de sus recuerdos de la infancia o no sé qué que se acordaba él de lo de Pipilota.
-Pipi Langstrum, Pipilota Rogaldina.
-¡Hay que ver, quién le haya conocido y ahora le escuche hablar así! Es como para no reconocerle.
-Sí, sí, se ha reinventado totalmente a sí mismo.
-Sí, sí. No deja de tener mérito lo suyo. Pero acuérdate de él, persiguiendo tetas al grito de pitones, pitones...
-Bueno, hombre, eran otros tiempos... Y, tú, ¿qué tal?
-Pues mi mujer entra ahora a las dos a trabajar y vuelve a las diez.
-Claro y tú aburrido...
-Yo, ¿por qué? Yo no me aburro.
-Pero tantas horas solo.
-Bajo películas de internet.
-Pero, ¿qué películas? Por qué si son como las que veíamos en tu casa de Salamanca...
-Películas buenas.
-Sí, en Salamanca, también empezamos así... que si películas serias, de autor, y ya ves cómo acabamos...
-Bueno, hombre eran otros tiempos.
1 Comments:
Jeremías!!!!!
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